EL CEPILLO Y EL RASTRILLO
Erase una vez el párroco de un centro de culto de Sant Feliu de Codinas que conociendo los tejemanejes que realizaban sus superiores, decidió aprovecharse para llevar a su bolsillo parte de las aportaciones de sus feligreses.
De las limosnas que aportaban estos en las colectas y los cepillos, retiraba una parte que quedaba directamente en su bolsillo.
Para hacer el recuento empleaba a sus monaguillos, una vez concluidos los oficios religiosos. No les compensaba su dedicación pero sí les compensaba haciendo la vista gorda si a alguno se le enganchaba alguna moneda en su mano.
Uno de ellos que sabía lo que hacía el párroco, tuvo una idea fuerte como una roca, distraer bastantes monedas para así poderse pagar sus caprichos.
Pero claro, los superiores vieron que esa parroquia no les daba los mismos rendimientos que otras, hicieron varias investigaciones y pillaron con las manos en la masa al párroco y su avispado monaguillo.
Además de tener que purgar sus propios pecados, hicieron que se responsabilizaran de gran parte de sus manejos y tanto el párroco como el monaguillo acabaron recluidos en clausura.
P.D: Para meditar: